José Roger Balet, el filántropo inexplorado

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(R. Federico Mena-Martínez Castro).- Mueven estas líneas traer a la memoria colectiva el reconocimiento de aspectos casi ignorados de su vida ejemplar al servicio de este país que le dio albergue permitiéndole conformar una familia digna de sus merecimientos.

Mientras esto escribo, su retrato avanza lentamente hacia mí, colonizando mi impronta de argentino que sabe lo mucho adeudado a este grande de la filantropía.

Roger Balet no dejó pasar el tiempo como quien nada en el vacío es decir haciendo la nada misma, sino que fue a buscar ese espacio para sintetizarlo en obras de gran envergadura concretadas en opulentos edificios, sobrevivientes incólumes al vaivén de políticas volubles, o quizá a la supina ignorancia de quién fuera su virtuoso donante: José Roger Balet.

Su obra materializada en dos escuelas en San Juan y otras cuarenta y seis en el resto de la geografía argentina le valieron en su tiempo el sobrenombre de “Sembrador de escuelas”. Ese impulso filantrópico le llevó también a financiar la construcción de otras cinco en Uruguay y una en Chile luego de un maremoto. Cuenta la tradición que no sólo las financiaba, sino que también contaban con su opinión de visionario experimentado.

Entre sus obras benéficas se pueden nombrar la restauración de la casa de Domingo Faustino Sarmiento semidestruida tras el espantoso terremoto de año 1944 mientras en Catamarca se entregaba la primera escuela denominada “Guillermo Correa”.

Este sembrador de escuelas y de sueños, llegó desde su país de origen en Cataluña con sólo 19 años y ya a los veintiséis fundaba su primer bazar convertido luego gracias a su esfuerzo tesonero en una importante cadena que asomó a la consideración pública con el nombre de “Bazar Dos Mundos” ubicados en Capital Federal.

Nació en Barcelona en 1899 falleciendo en la ciudad de Buenos Aires en 1973 cuando el sol se dejaba caer sin resistirse sobre la melena leonada del río de la Plata. Su obra filantrópica se direccionó hacia el ámbito de la cultura y la educación y fue casado con Dresda Rossi de origen italiano, con quien tuviera cuatro hijos.

Otro de sus gestos solidarios fue la donación a la Argentina de la casa española en Cádiz donde muriera el primer presidente del país Bernardino Rivadavia.

Las calles a lo largo y ancho del país junto al bruñido bronce de la gratitud pública están a la espera de colocar su nombre venciendo la terca reticencia de los olvidos.

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