La Fiesta del Señor: ventilan en un juicio la trama de abusos, castigos y maltratos en una secta

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“La Fiesta del Señor” era el evento más esperado por los líderes de la secta religiosa Templo Filadelfia. Se realizaba una vez por año en la sede central que la congregación tenía en la localidad bonaerense de San Justo. Llegaban fieles de distintos puntos de Argentina y hasta de otros países. Bailaban, cantaban y por supuesto alababan a Dios. Pero detrás de esa celebración, que duraba hasta altas horas de la noche, se escondía el principal objetivo del grupo: la captación de menores para esclavizarlos. 

Eva Petrona Pereyra (78), conocida como la “Tía Eva”, era la líder espiritual a la que todos obedecían. Y en la festividad cobraba un rol central cuando simulando estar poseída por el Señor les pedía a todos como compromiso de fe que entreguen a la comunidad lo más preciado: una propiedad o un hijo. 

La “Tía Eva” es la principal acusada en el juicio que comenzó esta semana con la lectura de los requerimientos de elevación y que está a cargo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal (TOCF) N°2 de San Martín. La imputación contra ella incluye delitos como asociación ilícita en concurso real con reducción a la servidumbre y trata de personas con fines de explotación laboral agravada, pero en su caso también abuso sexual contra cuatro víctimas, dos de ellas menores de edad.

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La líder está acusada por asociación ilícita y cuatro hechos de abuso

Además de la líder espiritual están siendo juzgados otros seis miembros fundadores del templo: Miguel Evangelista Mora Bogado, Griselda Noemí Lemos, Carlos Raúl Barrionuevo, Mónica Susana Giménez, Rigoberto Ismael Mora Bogado y María Luisa Alza. También los que se sumaron desde diciembre de 1997: Ruth Elizabeth Mora Bogado, Juan Pablo Mora Bogado, Carina Lidia Torres, Silvia Adriana Torres, Martín Carlos Cáceres, Ramón Omar Carranza, Olga Mabel Carranza, Norma Aydee Valdez, Osvaldo Horacio Gutiérrez, Claudia Elizabeth Acosta, Carlos Matías Barrionuevo, Claudio Rubén Álvarez Díaz, Katherin Esther Herrera de Alegre, Fabio Bernabé Aguirre, Claudio Gabriel Aguirre, Guillermo David Alza, Norma Beatriz Gutiérrez, Víctor Abraham Ayunta, Pablo Elías Carranza, Liliana Beatriz Barrionuevo y Damaris Fernanda Sabich. La acusación también incluía a Daniel Aguirre e Inés Herrera, pero ambos fallecieron antes del inicio del debate. 

Templo Filadelfia fue registrado ante la Dirección del Registro Nacional de Cultos en el año 1981, pero se estima que comenzó a funcionar una década antes, entre 1972 o 1973. Su sede central siempre estuvo en el mismo lugar: la calle Centenera 3715, San Justo, partido de La Matanza. 

La investigación contra la congregación se inició a finales del año 2018 cuando una joven decidió abandonar la iglesia después de sufrir un largo castigo en uno de los campos que tenía la organización. Era Julieta Coria, que vivió con su mamá y sus cuatro hermanos durante 15 años. Entró cuando tenía 8. El 18 de diciembre de 2018 contó todo ante el Juzgado de Garantías N°1 de La Matanza 

En mayo de 2019 la justicia ordenó una batería de allanamientos en las que fueron detenidos 26 sospechosos, pero muchos de ellos recuperaron su libertad dos años después.  A fines de 2020, el Juzgado Federal Nº3 de Morón ordenó la subasta de 15 autos, camionetas y utilitarios que habían sido embargados a la presunta secta religiosa.

Los fieles no podían salir y hasta les imponían la pareja para que tuvieran hijos

La estructura de Filadelfia comenzó a crecer con el paso de los años. Se abrieron sedes en el interior y hasta en países limítrofes. Y comenzaron a acoger a personas vulnerables que ingresaban soñando con cambiar sus condiciones de vida y que creían en la palabra de Eva, que aseguraba tener poderes divinos y que escuchaba y transmitía los mensajes del Señor. 

En la primera audiencia del juicio, contaron detalles del día a día en la comunidad: comían una sola vez, dormían pocas horas, compartían camas y tenían que pedir permiso para salir, algo que no siempre podían conseguir.   

Un dato aterrador es que además imponían la formación de parejas. Decían que eran elegidas por Dios. Y de estos vínculos nacían niños que lógicamente continuaban en la congregación. “Eran incorporados al sistema de explotación laboral al igual que sus padres, retroalimentando de forma progresiva a la organización”, explicaron.  

Por si fuera poco, el acceso a la salud también era limitado. “Las personas damnificadas rara vez obtenían permiso para hacerse controles médicos e incluso pocos poseían su documentación”, precisaron.  

El pastor principal de la iglesia era Miguel Evangelista Mora Bogado y uno de los responsables del adoctrinamiento teológico por el cual se le enseñaba a los files a obedecer y a ser sumisos a las órdenes de las líderes de la organización.

Para el fiscal de instrucción el objetivo principal de la organización era “obtener réditos económicos mediante la explotación laboral de personas y su reducción a la servidumbre”. 

Muchos de los fieles trabajaban en las tres panificadoras. Y lo hacían todos los días con un mínimo de 12 horas. No había francos ni cobraban un sueldo. Salían a la calle a vender pero eran castigados si no vendían toda la mercadería que llevaban en los canastos o si consumían algo sin pagar. 

Otros realizaban trabajos de albañilería en la construcción de nuevos templos o viviendas de la congregación. Y no solo eso: algunos de ellos se encargaron de construirle la casa en un barrio cerrado de San Miguel del Monte a la tía Eva

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