Para el gobierno de Milei, el cepo bien vale una misa

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El gobierno puso en pausa sus festejos por las globalidades de Milei por los Estados Unidos y Brasil, y alzó la necesidad de levantar el cepo como el problema más urgente de su gestión. Trasladado a la agenda política, este objetivo depende ahora de que el gobierno sostenga la validez del DNU 846 que le faculta realizar canjes de bonos saltándose las restricciones de la Ley de Administración Financiera.

Para que el Congreso no le voltee el DNU, el gobierno dio por terminado, por ahora, el debate del proyecto de presupuesto 2025. También extremó las presiones sobre los bloques y los gobernadores con capacidad de controlar a legisladores, para que no sesionen más. El gobierno paga lo que sea con tal de que eso no ocurra en la semana que comienza, la última del periodo de sesiones ordinarias. En el balance de prioridades, el gobierno cree que con cepo no hay futuro. Si para levantarlo hay que incurrir en otras disfunciones, como gobernar por decreto, sin Congreso y sin presupuesto, Paris vaut bien une messe. Desde las cavernas del poder es difícil distinguir entre la civilización y la barbarie. Hacerlo es un privilegio de quienes entienden.

Cumbre en la Rosada

Varias tribus de la oposición tienen pedida una sesión especial de Diputados, para el martes con el objetivo de arrinconar el DNU 846. Han resignado tratar la ley que reglamenta todos los DNU para despejar el objetivo a derribar. En maniobra de pinzas, el peronismo del Senado espera que el jueves haya una sesión, aún no convocada, también para derribar el 846. Depende de Villarruel. El destino de esta operación, que el gobierno considera más importante que cualquier otra cuestión, se resolverá este lunes en una reunión en Casa de Gobierno entre una decena de gobernadores de lo que fue la liga Cambiemos, con el ministro de Hacienda Caputo y el jefe de Gabinete Francos.

Allí se pondrán sobre la mesa las fichas del canje. ¿Quieren el 846?, dirán los gobernadores. Entonces aprueben algún presupuesto que contemple la versión más oportuna para todos, la de los 5 puntos que reclaman los gobernadores. Nadie confía mucho en que haya alguna solución.

Temen la autonomía de Villarruel

La crispación llega al punto de afectar las relaciones entre Olivos y Victoria Villarruel. Javier Milei nunca la consideró mucho y hasta afectó sus precedencias de protocolo en los actos de asunción del gobierno. Actúa como si hubiera sabido lo que le dijo Villarruel a un jefe de bloque del Senado sobre la convocatoria a una sesión el jueves para tratar el 846: «- Si entra un pedido con la firma de cinco senadores, yo convoco a la sesión». Villarruel ha aprendido la lección de que un@ vicepresident@ tiene una mínima función que cumplir: desempatar en las votaciones, y cuidarse de seguir viv@.

Lo enseña una de las protagonistas de la buena serie «The Diplomat», que relata una pelea encarnizada en la Casa Blanca por quedarse con el cargo de vice (Netflix, temp. 2, cap. 6). El deterioro de sus relaciones es esperable en un gobierno cuyos dirigentes – Milei, Villarruel – no tienen partido ni referentes que respalden o contengan sus actitudes.

Si se pelean, es una pelea personal y queda allí. La política es un oficio en el cual los protagonistas no dicen lo que piensan, salvo necesidad extrema. ¿Qué sentido tiene que el público conozca lo que Milei piensa de Villarruel si tampoco es causa ni efecto de un acto político? Más aún cuando lo dicho se da a conocer en diálogo con un animador de TV que actúa de vocero.

Es conmovedora la debilidad de los comunicadores ante las palabras del poder cuya significación que, en el caso de este presidente, prescribe a las 24 horas. No le cuesta nada pasar de anti-chino a chinoista. Debe reírse de cómo, con tan poco, enreda a los hermeneutas del cable con el léxico que sus voceros instalan en las talking heads.

Quien las hace las paga

Corrió el frío por Olivos, que lo único que admitía para esta semana del año legislativo, era el informe del jefe de gabinete previsto para este miércoles. Guillermo Francos ha postergado varias veces esa tarea; desde mayo que no va. Pidió tiempo porque después del informe ante los Diputados terminó internado.

Los bloques amigos le ofrecieron ir la semana anterior a una reunión informal para charlar sobre una sesión amigable y con preguntas mansas. Eso nunca ocurrió y ahora Francos va al Senado a cara de perro.

El senador Francisco Paoltroni había lanzado la maldición gitana hace un año. Villarruel le sacó el cargo de presidente provisional, prometido a Paoltroni por Milei, para dárselo a Bartolo Abdala. «Estaba postulado por el señor presidente como presidente provisional del senado (…) como decía el presidente el que las hace las paga», se quejó Paoltroni en público.

Megacanjes, un camino de ida

Para el gobierno el 846 no es sólo una fórmula financiera. Es también un atajo político para evitar una temporada en el infierno de los tribunales. Ya les pasó a los gerentes de otros megacanjes que merecieron reproches como Domingo Cavallo, Santiago Bausili, Federico Sturzenegger y otros.

El programa de recomposición del frente externo depende de que la Argentina junte más dólares – y más baratos – mediante un revoleo de papeles de la deuda. Eso le permitirá llevar a plazos más largos los vencimientos de nuevos papeles, de manera de poder ir levantando los varios cepos que acorralan el mercado de cambios.

El más comprometido es el cepo que controla el acceso de los particulares a dólares para compras y turismo. Otro es el que retiene el stock de dólares acorralados por el control de cambios sobre el comercio exterior. Un canje de papeles con la liberalidad que le da a Hacienda el DNU 846 le permitirá al gobierno abrir el cepo que pesa sobre otras transacciones como el giro de dividendos de empresas, los seguros que se toman en el exterior o el que afecta al negocio de la prestación de servicios en el exterior.

La ley modificada por el 846 autoriza un canje de deuda si se mejora al menos dos de tres requisitos: montos, plazos y/o intereses de las operaciones originales. Con el nuevo DNU las futuras suscripciones de instrumentos de deuda pública, «independientemente de su moneda de pago, se pueden realizar con instrumentos de deuda pública cualquiera sea su moneda de pago. Los precios de los instrumentos serán fijados teniendo en cuenta los valores existentes en los mercados para cada una de las operaciones».

Un corralito para Kicillof

El gobierno es intransigente en su defensa del déficit cero y dice que el costo fiscal del reclamo de los 5 puntos es muy alto. Los gobernadores fue fueron de JxC no quieren pelearse con la Nación y hasta se conforman con ayudas a la carta según la cara del cliente. Querrían presupuesto para salir del encierro a que los somete el poder Ejecutivo: negociar con cada uno por separado y alcanzar acuerdos a la carta según el grado de amistad.

Este recurso canalla funciona porque cualquier partida coparticipable, según el pedido de los gobernadores, alimenta de manera principal a la provincia de Buenos Aires. El bastión del peronismo cristinista es la amenaza principal para el no peronismo y lo último que haría es alimentarlo más.

Tres de los reclamos de los gobernadores reclaman que se les coparticipen: 1) los fondos ATN; 2) los recursos vacantes del impuesto a los combustibles y 3) los del 10% que hoy van a la AFIP para su administración. En todos esos rubros, la provincia de Axel Kicillof se lleva la porción más grande. Esa realidad se contradice con la salud fiscal y la oportunidad política de la Nación y del no peronismo, que van elecciones el año que viene.

La conjura de los macristas

Hasta ahora el gobierno ha rechazado ese pliego de condiciones que cobró importancia cuando Mauricio Macri manifestó su adhesión al llamado de los mandatarios provinciales. Además, instruyó a su bloque a que emplease esos 5 puntos como pieza de negociación. El bloque del PRO es la herramienta más importante que tiene el gobierno para aprobar o vetar algo en el Congreso. La amenaza de Macri de jugar con los gobernadores derrumbó todo lo que había armado el oficialismo para tener un final de año normalito en el Congreso.

El PRO ya le maneja al gobierno la cámara de Diputados. Si ahora suma el control de una decena de gobernadores, la fuerza de Macri proyecta sobre el gobierno un cono de sombra a las medida de su debilidad. De nuevo la agenda se encarna en una conjura de los débiles. Nadie tiene fuerza para negociar porque el resultado de una negociación surge de ceder poder entre las partes.

Quien no tiene poder no puede dar lo que no tiene. Henry Kissinger hizo una radiografía del poder en su primer libro, escrito para entender cómo Europa logró, a través de la negociación, una paz duradera después de Napoleón. Observó que “Al hombre que ha ejercido el mando le es casi imposible negociar, porque una negociación supone admitir el poder finito”.

A dirigentes que accedieron a sus cargos como debutantes en la función es imposible pedirles que tuvieran la experiencia que les señalase la conveniencia de negociar. “La moderación a la hora del triunfo sólo es apreciada por la posteridad y casi nunca por los contemporáneos, para quienes un moderado tiende a aparecer como alguien que se rinde sin necesidad”. (Henry Kissinger, A World Restored: Metternich, Castlereagh and the Problems of Peace, 1862-1822. (London: Weidenfeld & Nicholson, 1957).

Deslegitima y reinarás

Por imponer el método transaccional, el gobierno alimenta la propia fragilidad de ser minoría. En lugar de buscar acuerdos, exaspera con agresiones a todos los sectores usando la misma táctica que empleaba Néstor Kirchner para negarle legitimidad a todos los agentes de construcción de poder, institucionales y personales, que pudieran ponerle luz a la baja legitimidad de su acceso a la presidencia en 2003.

Hijo, como Milei, de la legalidad del ballotage, Kirchner venía de perder las elecciones con Carlos Menem y era ahijado del padrino Duhalde en representación de una de las tres listas en las que se había dividido el peronismo. Caminó hacia el 2007, fecha en la que ni pudo reelegir, negándole legitimidad a los partidos políticos, a la Iglesia, a los militares, a las ligas empresarias, a los gremios, a los periodistas. Incluso intentó deslegitimar el pasado, que buscó reparar en su favor con un giro de la política del peronismo hacia la revisión de la dictadura.

El insulto a Alfonsín el 24 de marzo de 2004 tiene el mismo sentido que el de Milei en Córdoba. Kirchner habló en 2004 de «la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia tantas atrocidades». Milei lo acusó a Alfonsín, 20 años después, de «golpista». Kirchner por lo menos le pidió perdón a Alfonsín.

Milei, cuando recibió a los gobernadores radicales, se justificó: «¿Y qué? Soy economista y también critico a los economistas». Y cambió de tema. La táctica de la deslegitimación explica por qué Milei no quiere saber nada con los dirigentes que construyen poder, aunque compartan sus objetivos. Por eso no quiere tener nada que ver con Macri, ni Pichetto, ni López Murphy, ni con Negri, ni con Juan Carlos Romero, ni con los gobernadores, ni con los sindicalistas, ni con los periodistas. Vino solo y quiere seguir solo.

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