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Desde que se inició profesionalmente en el camino de la música, hace ya diez años, el cordobés Juan Ingaramo ha dado claras muestras de versatilidad y eclecticismo. Primero fue cantante pop, luego de ritmos latinos, más tarde abrazó el género más popular de su provincia, el cuarteto, para volver al pop (tras haber sorteado con elegancia la dictadura de lo indie). Ahora, mientras graba su sexto álbum, que tendrá de todo un poco, va por más y se prepara para superar los límites de su oficio de cantante y compositor. Después de haber participado en la serie El reino 2, en mayo debutará como actor de teatro ¡y como galán! en el musical Pretty Woman (basado en el famoso film de 1990, protagonizado por Julia Roberts y Richard Gere), junto a Florencia Peña y bajo la dirección de Ricky Pashkus.
El músico de 37 años, que desde hace una década está en pareja con la actriz Violeta Urtizberea (son padres de Lila, que nació en 2019), dice estar atravesando uno de los mejores momentos de su vida. Para hablar del proyecto profesional que hoy lo desvela visitó en una soleada tarde la redacción de LA NACIÓN.
–Cómo te llegó la propuesta de coprotagonizar el musical Pretty Woman?
–Me llegó a través de Ricky Pashkus, con quien yo ya había tenido cierto acercamiento, porque previamente me había ofrecido otros trabajos. Pero nunca esas propuestas resultaron tan atractivas como esta. Esta vez me dijo: “Quiero que seas el Richard Gere de Pretty Woman, con Florencia Peña”. Esta vez no le pude decir que no. Me pareció una propuesta irresistible, en primer lugar por el desafío artístico y físico, ya que deberé hacer entre cinco y ocho funciones semanales y con un despliegue vocal diferente al que estoy acostumbrado. Además, será mi debut en el teatro.
–¿Debiste pasar por un casting?
–¿Sabés que no? Por eso, al día de hoy, le pregunto a Ricky: ¿Realmente estás seguro? (risas). Al parecer me vieron en mis shows y confían. Se manejan con la intuición. Y tal vez no se equivoquen porque el otro día hicimos las fotos promocionales con Flor y se notaba que entre nosotros hay cierta química actoral y personal. Ella me pareció una mina muy simpática y piola.
–¿No se conocían personalmente?
–No. Me la había cruzado una vez en Carlos Paz, pero nada más. Pero mirá lo que son las casualidades: hoy justamente estoy trabajando mi sexto álbum con (el músico y productor discográfico) Mariano Otero, que es su exmarido. A él lo llamé en cuanto Ricky me hizo el ofrecimiento y fue muy claro. “Hacela”, me dijo.
–¿Lo llamaste para pedirle autorización?
–Digamos que lo llamé para que me dijera si era un buen plan. Porque los productores pasan a ser una suerte de padres y siempre dan buenos consejos. Lejos de decirme “no, no te metas con Florencia”, me recalcó: “Como actriz Flor es lo más, y como compañera todavía más”. “Desde lo artístico es una muy buena oportunidad para vos”, agregó. Se nota que ya me conoce bien. Porque siempre fui un tipo adicto a los desafíos, por eso en el plano musical voy mutando permanentemente y le doy espacio a lo desconocido. No me gusta quedarme en lo que funciona. Y en términos generales, Pretty Woman es lo más desafiante que me ha ocurrido hasta hoy en lo artístico.
–¿Por qué creés que te eligieron a vos? ¿Acaso por ser considerado “el galán de la música urbana”?
–No me embanderaría con eso de la música urbana, pero en cuanto a lo de galán… Sí, lo de galán te lo acepto. Me da calor definirme como tal, pero en los últimos tiempos se fue dando poco a poco. A mis shows vienen muchas mujeres y medio que me ponen en ese lugar. Y la verdad es que me divierte, es un lugar donde uno recibe cariño. Creo que lo más interesante de ser galán es eso: ser depositario del amor de la gente. Y por supuesto todo aquello de las cartitas y los regalitos (risas).
–Lo de galán, entonces, no te ofende ni lo vivís como una desvalorización de tus condiciones artísticas…
–No, porque lo primero que tiene que tener alguien para ser galán –y no me refiero específicamente a mí sino en general- es feeling con el público, y ese es un capital difícil de lograr y sumamente valorable. Porque hay muchos tipos que son mega facheros, pero que no generan nada en el público. Podríamos decir que voy tras una reivindicación del galán. Lo digo humildemente, pero lo digo. Tal vez por ser de otro palo, lo de galán no me ofende; al contrario: me enaltece, me halaga.
–En el famoso film, en el que está basado el musical teatral, tu personaje lo interpretó Richard Gere. ¿Encontrás alguna semejanza entre ustedes?
–Sí, en que los dos tenemos los ojos rasgados. Al punto que de chico me apodaban el japonés. Yo creo que eso también los habrá decidido a Ricky y a Florencia: que tengo algo del physique du rol y un cierto parecido con Richard Gere. Después, claro, ciertas condiciones vocales, curiosidad y disponibilidad.
–¿Pensás que también te ayudó tu participación en El reino 2, donde interpretabas al Pastor Bastián?
–Sin dudas. Eso fue lo primero que hice a nivel actoral y tuvo mucha repercusión. Para mí fue una exposición maravillosa. Después trabajé en otras dos series que aún no se vieron: Inadaptada, para Paramount+, y La jefa… aunque no quiera, para Disney+. En esta última serie, que me llevó 54 días de grabación, terminé de interesarme en la actuación. Y también de convertirme en actor, aunque Violeta sostiene que una cosa es actuar y otra ser actor. No puedo contar mucho de qué van esas series ni cómo son mis personajes –por los contratos de confidencialidad que te hacen firmar las plataformas-, pero te adelanto que en la última tengo una especie de romance con Natalia Oreiro, así que continúo en la línea del galán.
–¿Violeta te hace devoluciones de tus trabajos actorales? ¿Qué te dice?
-Sí, siempre. Me marca dos o tres puntos y con eso me basta. También, a la hora de encarar un personaje, le pido tips porque considero que ella es una de las mejores actrices de su generación. Pero me cuesta pasar la letra y actuar frente a ella, tengo miedo de que se desenamore (risas).
–¿A partir de ahora alternarás la música con la actuación, o se trató sólo de una seguidilla de excepciones?
–Siempre trato de prestarle más atención a la intuición y a las señales que te van dando los sentimientos, que a lo mental, a lo especulativo y a los diseños de carrera. Habrá alguno que diga: “Che, dedicate sólo a la música, que así perdés credibilidad como compositor”; pero no, yo me juego por cada una de las oportunidades que se me ofrecen. Como ahora la de Pretty Woman, una oportunidad única para hacer teatro con grandes artistas y nada menos que en Calle Corrientes. Lo bueno de la actuación es que como no es mi terreno definitivo no siento presión. Por eso para mí es una posibilidad de juego, un espacio de libertad que disfruto muchísimo. Es que no tengo la ambición de ser “el” actor ni compito con otros, como de repente sí sucede en la música, en el que uno (consciente o inconscientemente) se compara con otros colegas.
–En tu primer trabajo como actor, en El reino 2, te tocó protagonizar un desnudo. ¿Pusiste algún reparo o te resultó algo natural?
–No me costó para nada. Ni cuenta me di. No tengo pruritos con mi cuerpo, ni con hacer desnudos, siempre y cuando tengan un fin artístico, como ocurrió ahí. No me importó estar en bolas ante todo un equipo de filmación, lo que me importó y me costó más fueron las escenas donde Mercedes Morán estaba al frente. En esas no tenía que pelar el cuerpo, tenía que pelar la actuación.
–Volviendo a Pretty Woman, ¿habías visto la película?
–La había visto hacía un buen tiempo, pero en cuanto Ricky me ofreció hacer el musical la volví a ver esa misma noche. Y me pareció que se mantenía intacta, a más de 30 años de su estreno, que seguía siendo un peliculón. Recordé por qué me había gustado tanto y me reenamoré de la película. Me pareció un gran plan encarnar a ese personaje (el adinerado hombre de negocios Edward Lewis), que al fin y al cabo es todo un galán. Un desafío muy distinto al rol que me tocó en El reino 2, que era un delincuente, y al de las otras series, donde no hago de santito.
–Pasarás de delincuente a millonario refinado…
–Eso es un tema, porque los cordobeses no damos muy de la alta sociedad (risas). Pero bueno, ahora los grandes empresarios no responden a grandes apellidos o linajes, ni son terratenientes. Así que creo que voy a zafar.
–¿Cuándo empezarás a ensayar para la obra?
–Como el estreno será recién a finales de mayo empezaremos los ensayos con todo en marzo. No obstante, yo ya empecé con un coach a trabajar mi voz. Necesito fortalecer mi instrumento y adaptarlo a la exigencia de la comedia musical, donde siempre tenés que cantar al taco. Quiero llegar al cien por ciento al estreno y dar lo mejor de mí. Mis temas están buenísimos, son todos de Bryan Adams (el famoso guitarrista y cantante canadiense, autor de hits de los 90 como “Heaven” y “Somebody”). Tienen un tono pop/rock que me resulta atractivo y familiar, bastante distinto al código habitual de las comedias musicales de Broadway, que están más emparentadas con el jazz.
–¿El bichito de la actuación te picó por primera vez cuando te propusieron actuar en El reino 2 o ya venías pensando incursionar en esa área?
–Hoy, con el diario del lunes pienso que sí, que yo siempre tuve ganas de incursionar en la actuación. Recuerdo haber actuado en todas las obras del jardín de infantes, de la primaria y la secundaria. En la secundaria, todos los años había unas olimpíadas y yo siempre elegía las de teatro: producía y actuaba cada obra. Después, con el tiempo, y habiéndome convertido en músico, ese impulso creativo se corrió de lugar. Pero en 2013, cuando edité mi primer disco, asistí a un taller de teatro para aprender a aflojarme. Porque cuando me subía a un escenario a cantar me ponía duro, se me cerraban los ojos y utilizaba el teclado prácticamente de escudo. No digo que la actuación fuera una idea que yo tuviera para mi destino, pero siempre estuvo ahí, y ahora que empezó a suceder me encanta y me gustaría actuar más.
–Provenís de una familia de músicos. ¿Sos el primer actor de la estirpe?
–Sí. Y también el primer músico más pop. Mi abuelo era cien por ciento tango y mi viejo y mi tío eran cultores del jazz, de la música más sofisticada. Ese fue el seno en el que yo crecí y del que luego tuve que huir un poco para emanciparme. Hoy, sin embargo, estoy volviendo a él.
–¿Cómo pasaste, en un momento, de semejante background al reggaetón y a la bachata?
–Yo creo que la música debe ser hija de su tiempo y de su tierra. Por eso en mi humilde carrera he pasado por el reggaetón y la bachata. Eso no significa que yo sea reggaetonero o bachatero. Coincidí ahí por ser la música de mi región, la música latina, y la música de este momento. Son géneros que me gustan, que me generan emociones y sensaciones. No tengo prejuicios en torno a los géneros.
–¿La ratificación de ese criterio fue la posterior nominación al Latin Grammy como Mejor artista nuevo?
–Todo eso surgió en 2018, cuando salí de gira por el mundo y empecé a ganar público en Colombia, México, Perú y Miami. Ahí descubrí la identidad latina y que yo era justamente eso, latino. En cada una de esas plazas me la pasé investigando y encontrando similitudes. Con esa información trabajé los siguientes dos álbumes y al toque me llegó la nominación para los Latin Grammy. Después tuve una época más urbana, en la que me interesó mucho el trap (reflejado en su álbum Bestseller) y también otra en la que me sedujo lo indie (la del disco Músico). Y una tercera en la que entendí que lo latino, en mí, era lo cordobés. Después de cada una de esas etapas, hoy no me identifico como cantante de música latina. De hecho, estoy por sacar un disco que no es latino ni urbano. Ahora me identifico como un músico cien por ciento pop, tal vez porque se trate del género donde más libre puedo estar y desde el cual puedo experimentarlo todo.
–¿Qué balance hacés de estos diez años de carrera, desde tu primer disco Pop Nacional hasta el quinto y último Welcome To Cordoba City?
–He cumplido mi sueño de viajar por el mundo, tocando y cantando. Así he conocido cada continente como músico. Luego de América Latina, he actuado en Estados Unidos y Europa, incluso en Berlín, que fue mi sueño desde adolescente. Digamos que hasta acá el camino superó todas mis expectativas. Pero lo más importante es poder vivir de lo que uno ama y disfruta. Antes sólo era a través de la música; ahora también de la actuación. En ese sentido, creo que lo de Pretty Woman, junto a Flor Peña será la frutilla del postre.
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