Misiles que pican cerca en un clásico pesquero bonaerense

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El clima se presentaba soñado para la lisa, así que en compañía de Laureano Peralta y Alberto Frontoni partimos desde Quilmes para encontrarnos con el guía Hugo Di Marco en la estación de servicio del cruce de Etcheverry, situado en la Autovía 2. Desde allí continuamos hacia la localidad de Gorchs, en el partido de General Belgrano, a la altura del Km 177 de la RN 3. La referencia para doblar a la derecha durante 18 km es una estación de servicio YPF del ACA.  Con tramos de arena y asfalto, el camino vecinal se encuentra en muy buen estado, y confluye en un puente conocido como Garrafa Sánchez, sobre el curso del río Salado, que se caracteriza por unas vías de tren abandonadas, lugar ideal para estacionar los vehículos. El lugar es público y no hay servicios. 

Dos kilómetros de caminata

A las 8 de la mañana estábamos con nuestros equipos en mano y, en la espalda, lo mínimo indispensable para pasar el día. Por delante teníamos que caminar más de 2.000 m hasta el lugar de pesca viable para la lisa. 

Una vez en el sitio seleccionado, observamos en silencio los saltos de las lisas de diferentes tamaños. Así que cada pescador armó sus equipos y se separó del compañero unos 100 m de distancia. La línea elegida por el guía fue una aérea con 5 anzuelos, una boya esférica de 50 mm y un plomo de 100 g: la correntada venía bajando fuerte desde el oeste. ¿El encarne? Lombriz. 
Por mi parte, opté por la misma línea, pero con la variante de una boya Mandale o volcadora, estilo chiripá, y encarné dos anzuelos de panza de lisa y los otros tres con lombriz colorada. Alberto, en cambio, iba a probar con una línea de flote de 3 boyas color blanco de 25 mm de diámetro a las que le anexó un puntero de goma de 80 g. Su engaño: también lombriz colorada. Y, finalmente, Laureano probaría con una línea de fondo y –también– lombriz colorada. 
Todas estas pruebas son para comprender cómo está comiendo la lisa. Cuando se da la primera captura, se analizan los datos, la profundidad y los modelos de línea se establecen en serie, porque es el patrón a seguir. ¿Y por qué tanto estudio? Porque la lisa es un pez complicado, difícil, que entre otros factores es susceptible al viento, a la vegetación que viene arrastrando el río y a otros detalles, como las sombras y el ruido. 

Más de un kilo bajo el agua

El primer pique no tardó en llegar: se dio al mediodía cuando el sol calentaba. Icé la pieza tras 5 minutos de pelea contra la corriente. El dato clave era que había picado con panza de lisa y que se había clavado en la primera brazolada, a unos 30 cm de profundidad. Pesó 1,2 kg y se veía muy potente. Fue el único pique de la mañana, los próximos se hicieron desear hasta las 4 de la tarde, momento en que Laureano clavó otro ejemplar de similares características, pero encarnando con lombriz. 

Por su parte, Alberto y Hugo pudieron pescar una lisa cada uno lejos de la orilla, entre las 5 y 6 de la tarde, tanto con panza de lisa como con lombriz de carnada. Eso fue todo. No hubo más capturas, así que a las 7, cuando el sol comenzaba a caer y el viento había mermado, antes de partir efectuamos los últimos lanzamientos. El resultado: erramos varios piques y tuvimos desencarnados, producto de bagres y dientudos que no se resisten a la lombriz de carnada, muy tentadora para estas especies secundarias. Las siete y media marcaron nuestra despedida, por delante teníamos 2 km de caminata hasta el vehículo.

Conclusiones

Sabemos de las bondades y alegrías que nos brinda esta pesca, como así también los fracasos de ir por las lisas durante varias jornadas y no obtener ningún pique. Hablamos con conocimiento de causa, porque antes de dar con este ámbito pasamos por otros tres en jornadas anteriores sin lograr nada. Este fue el primero en el que la lisa se lanzó a comer. Tras ello y luego de la aparición de esta nota en la edición papel de la revista en el mes en curso, hubo otras faenas interesantes y también, bajones en el pique por el franco descenso del río, algo que se evidencia por estos días. 

La pesca de este ejemplar exige jornadas muy agotadoras, de hecho, este día no nos tomamos el tiempo ni de almorzar. Hay que estar muy atentos y con la caña en la mano, ya que hay pocas oportunidades de pique para clavar una especie que come cuando quiere y que no tiene una fecha exacta en el calendario del pescador. Sin embargo, conocemos las bondades del río Salado, por lo que estimamos que en algún momento se largará más firme a comer.

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