Sensory overload: qué es esta sensación cuando el cerebro no puede más y colapsa

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Descontrol, inquietud, ansiedad y agotamiento. Estas son, por nombrar algunas, las formas más frecuentes con las que se experimenta la sobrecarga sensorial, un estado en el que el cerebro manifiesta agobio por haber recibido demasiada información que no puede procesar y frente al que toma tres tipos de caminos: el de la lucha, huida o congelación.

En esos momentos, los quehaceres cotidianos pueden parecer imposibles de cumplir y se vuelve difícil mantener la cordura. Pero, a pesar de sentir que los síntomas no se irán jamás, suelen tardar entre media y una hora en desaparecer (en los casos de quienes atravesaron estas crisis sensoriales en varias ocasiones, salir del estado de abrumación puede ser más rápido mediante prácticas calmantes o de regulación).

Los desencadenantes del cuadro pueden ser varios e incluso, simples:

También puede ocurrir que aparezcan los síntomas y no se sepa con certeza a qué se debe dicho malestar, pero una cosa es segura: no es que se esté perdiendo la cabeza, sino que se trata de un estado mental frecuente.

Estas crisis conocidas en inglés como “sensory overload” fueron identificadas por primera vez en los ‘70 por la terapeuta estadounidense Anna Jean Ayres quien detectó que el cerebro de ciertas personas no es capaz de procesar toda la información que le llega a través de los siete (no cinco) sentidos para proporcionar una imagen clara de lo que ocurre tanto interna como externamente.

Las crisis sensoriales fueron identificadas por primera vez en los ‘70 por la terapeuta estadounidense Anna Jean AyresShutterstock – Shutterstock

Además de los cinco sentidos tradicionales –el tacto, el oído, el gusto, el olfato y la vista– Ayres consideró fundamental tener en cuenta otros dos sentidos, el de la conciencia corporal (propriocepción) y el movimiento (controlado por un conjunto de estructuras del oído interno). Cuando el cerebro no es capaz de integrar integrar la información que llega simultáneamente a más de uno de estos sentidos se siente como si recibiese señales contradictorias. En síntesis, no puede darle un sentido general a todo aquello.

La psicóloga de la Clínica de Cleveland, Grace Tworek, explica que cuando ocurre, la sobrecarga sensorial puede resultar casi paralizante. “De repente, uno se convierte en el equivalente humano de una computadora con pantalla azul”, ejemplifica. Además, aclara el origen de este malestar: “Es el sistema nervioso simpático el que nos hace saber que algo está pasando”.

El sistema nervioso simpático es la parte del cuerpo que se encarga de ‘activar’ la respuesta de lucha o huida porque percibe que se está en peligro o frente a un agente estresor del mundo exterior.

“Le puede pasar a cualquiera, aunque se sabe con certeza que afecta con mayor frecuencia e intensidad a personas con autismo y trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH)”, explica la licenciada en Psicopedagogía, Stella Maris De Vita. A la par, añade que el aumento de la sensibilidad a los sentidos también puede ser causado por otras condiciones como el trastorno del procesamiento sensorial, la ansiedad, el trastorno de estrés postraumático y el síndrome de Tourette.

En el caso de las personas con TDAH, estas suelen experimentar dificultades para concentrarse y pueden sentirse particularmente desafiadas cuando tienen que detectar e interpretar una vasta información sensorial. En la investigación “Procesamiento sensorial en adultos con TDAH: una revisión sistemática” se concluye que “es probable que esto se deba a diferencias en la estructura y la química de un cerebro con TDAH que cambian la forma en que procesa, recibe y organiza los estímulos”.

En adición, algunas investigaciones sugieren que ayudar a los niños y personas con autismo a exponerse lentamente a situaciones y estímulos potencialmente desencadenantes puede ayudarlos a evitar experimentar una sobrecarga sensorial en un grado intenso.

¿Qué desencadena la sobrecarga sensorial?

Según informan desde la Clínica de Cleveland, Estados Unidos, el sensory overload puede ser provocado por diversas sensaciones diferentes por lo que lo desencadena en uno puede no desencadenarlo en otra persona. No obstante, citan algunos estímulos como recurrentes:

Cuando desciende, la sobrecarga sensorial puede sentirse casi paralizante

Síntomas más comunes

Además de los mencionados previamente, De Vita enumera otros que también son frecuentes:

“En niños la sobrecarga sensorial puede presentarse como crisis nerviosas o berrinches y confundirse con mala conducta”, destaca.

En cuanto a la posibilidad de tratar el malestar, disminuirlo o, en lo posible, evitarlo la Asociación de Trastorno por Déficit de Atención aconseja como un primer pilar la búsqueda de ayuda de un profesional capacitado que contribuya a diseñar rutinas y recomendar modificaciones ambientales para satisfacer las necesidades personales.

Otro paso esencial frente a las crisis es explicarle a los seres queridos o allegados qué es lo que se siente cuando aparece la sobreestimulación sensorial y cuáles son algunos de los detractores que incitan ese estado (si es que se los ha podido identificar) en lugar de esconderlo. “Se puede intentar con proponer alternativas para reuniones o eventos sociales. Por ejemplo, sugerir ir a un restaurante más tranquilo en lugar de un bar ruidoso”, indican.

Aprender métodos de relajación, como el yoga, la respiración profunda o la meditación, también son excelentes maneras de promover la calma y reducir el estrés causado por la sobrecarga sensorial. “También se pueden utilizar elementos que atraigan visualmente, como una fotografía de un paisaje tranquilo; o si ciertos olores producen náuseas, llevar siempre encima algo con un aroma rico puede ser de gran utilidad”, añaden desde la institución.

Para contrarrestar el malestar se pueden utilizar elementos que atraigan visualmente, como una fotografía de un paisaje tranquilo

LA NACION

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