Con un despliegue logístico impresionante, y en medio de una gran expectativa, llegó por primera vez a la Argentina desde Salt Lake City (en el estado de Utah) el Coro del Tabernáculo de la Manzana del Templo, con una comitiva integrada por casi 500 personas, entre ellas cerca 400 músicos (320 coreutas y 70 instrumentistas), más técnicos y personal de apoyo.
El elenco, una de las caras más visibles de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días -movimiento religioso iniciado por Joseph Smith en 1830- ofrecerá este viernes 22 y sábado 23 de agosto dos shows en el Movistar Arena junto a Soledad Pastorutti, Maggie Cullen, el grupo Dos Más Uno y el mexicano Alex Melecio. Los conciertos se enmarcan en la gira mundial Canciones de Esperanza, y en las celebraciones de la Iglesia por los 100 años de la llegada de sus primeros misioneros a nuestro país.
Conocido desde 2018 como Coro del Tabernáculo de la Manzana del Templo (anteriormente Coro del Tabernáculo Mormón), el conjunto acrecentó su prestigio internacional al grabar junto a directores como Eugene Ormandy o Leonard Bernstein y sus respectivas orquestas, la Orquesta de Filadelfia y la Filarmónica de New York, tanto obras sacras (como un famoso Mesías de Händel con Ormandy) como himnos y hasta coros de ópera.
Fenómeno masivo único dentro del panorama de los coros, el organismo fue además pionero de la difusión de la música de este género a través de la radio, ya que en 1929 comenzó a emitirse su programa Music & the Spoken Word (Música y palabra hablada), que ya lleva emitidos 5.000 episodios y es la emisión radial continuada más antigua del mundo.
Se calcula que alrededor de 5 millones de personas escuchan cada domingo la transmisión, ahora amplificada a través de diversas plataformas de streaming.
En el principio fue el coro
Clarín dialogó con L. Whitney Clayton, autoridad de la Iglesia y miembro del directorio del Coro, y con Clark Hirschi, voluntario en la organización y ex miembro de la agrupación coral. Ambos habían misionado en diferentes puntos de la Argentina y manejan nuestro idioma con soltura.
Relatan que el ensamble tuvo su origen en 1847, cuando los pioneros del movimiento dejaron las tierras en las que vivían y peregrinaron dos mil kilómetros buscando libertad religiosa, hasta llegar a la actual Salt Lake City; en su camino, entonaban himnos para darse ánimo. “Llegaron en julio, y en agosto se reunieron con unos galeses que iban en el grupo para abrir el camino, que cantaban en un coro, relata Clayton, “entonces el presidente de nuestra iglesia pidió que el coro cantara, y desde ese evento el grupo ha ido creciendo”.
El Coro ensaya los jueves, y también los domingos en la previa de la emisión radial. Clayton narra que los comienzos del programa no fueron sencillos: en las primeras transmisiones, un cable conectaba el Tabernáculo con la emisora, y un operario tenía que sostener el micrófono desde lo alto de una escalera durante todo el programa para poder captar el sonido del coro.
Dentro de las historias de los miembros del grupo, Hirschi destaca las de algunos amigos: “Uno entró tres veces, y por cuestiones de familia tuvo que retirarse, y cada vez tuvo que pasar por todo el proceso para calificar. Tenemos también un miembro que es ciego, que tuvo que cumplir con los mismos requisitos de ingreso. Es impresionante verlo leyendo con su máquina de braille y aprendiendo la música, memorizando igual que nosotros; si uno está sentado al lado de él hay que darle una señal cuando termina la nota o cuando nos ponemos de pie. Algunos han cantado en Broadway, otros fueron profesores de música en la universidad. Hay 400 miembros porque, aunque en el Tabernáculo hay 360 sillas, siempre puede haber alguien enfermo o ausente por cuestiones de familia o trabajo. Entonces, 400 miembros fieles adorando a Dios y compartiendo el gozo de la música dos veces por semana son algo que cambia la vida”.
No es fácil entrar al coro
Los requisitos para formar parte del Coro del Tabernáculo son muy estrictos. Los primeros son el lugar de residencia (que debe ser menor a 160 kilómetros de distancia de esa sede) y la pertenencia a la Iglesia. Quienes los cumplan, pueden responder al llamado anual a audiciones con el envío de una grabación.
La segunda fase será un examen de tres horas que abarca técnica vocal, teoría y dictado. “Es como un examen de egreso del programa de música de una universidad”, afirma Hirschi, quien pudo ingresar al Coro recién después de cuatro años, tres intentos y dos cartas de rechazo. Pero el proceso no termina ahí: “Si aprueban el examen vuelven para una audición, y si la superan entran a una escuela. Y después de la escuela hay otra prueba y después por fin se les permite entrar”, añade.
Y eso no es todo: si bien hay un rango etario para formar parte que va desde los 25 hasta los 60 años, hay también un límite de permanencia de dos décadas, establecido para garantizar una rotación y sobre todo una mayor cantidad de oportunidades.
Aunque no reciben remuneración alguna, los artistas consideran que integrar el Coro del Tabernáculo es un inmenso honor y una forma de servir a Dios y a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y por eso la pertenencia es un compromiso que los marca de por vida.
“Los miembros de la orquesta son en su mayoría profesionales, son profesores en universidades, algunos han tocado en las sinfónicas profesionales del país o fuera de él, son impresionantes. Pero en esta organización, todo es voluntario”, enfatiza Hirschi.
Nada librado al azar
La previa de los conciertos en el Movistar Arena fue una gala en el Auditorio Nacional del Palacio Libertad que marcó el debut absoluto del Coro en esta parte del continente (previamente habían estado en Brasil y recientemente en Perú), con la participación de Raúl Lavié y otros artistas invitados.
El repertorio recorrió canciones de diferentes partes del mundo, con énfasis en el repertorio estadounidense y un espacio importante para la música argentina, de Ginastera a Piazzolla.
Con una combinación impresionante de dedicación, disciplina y recursos técnicos y artísticos, el Coro del Tabernáculo de la Manzana del Templo confirmó ampliamente su prestigio.