El coloso del saxo tenor, Sonny Rollins, cumple 95 años este domingo 7 de septiembre. Es el último gran músico de la época dorada del jazz. Elogiado por Charlie Parker, tocó con Miles Davis, Thelonious Monk, Clifford Brown y tantos otros. Fue uno de los artistas que le dieron forma al jazz contemporáneo. Está retirado de los escenarios desde 2012 por problemas respiratorios.
Si bien se ha vuelto común lanzar el calificativo de legendario, son pocos los músicos que merezcan más ese apelativo que Rollins. Ya con 20 años tenía una sólida reputación en la escena neoyorquina del jazz. “No eran pocos los que pensaban que tocaba el saxo al mismo nivel que Bird y yo solo sé una cosa: andaba muy cerca”, cuenta Davis en Miles: The Autobiography.
Y sigue: “Era un intérprete agresivo e innovador, rebosante de ideas musicales ingeniosas y frescas”, agregó el trompetista.
Rollins asume que es el último artista vivo de una generación de músicos extraordinarios. “No están aquí ahora, así que de alguna manera los represento a todos ellos. Recuerden, soy uno de los últimos que queda, como me lo dicen constantemente, así que a veces siento la santa obligación de evocar a estas personas”, reflexiona.
Su sonido musculoso, su naturaleza exploratoria, su forma de abordar las improvisaciones de manera temática y con una imaginación desbordante fueron clave en la definición del saxo en el jazz moderno. Su música creaba un auténtico escenario emocional.
A finales de los años ’60 viajó a la India interesado por el yoga y las religiones orientales. Las palabras reencarnación, dharma y karma forman parte de su vocabulario cotidiano.
Los años cincuenta
Tres sucesos en la década del ’50 ayudan a describir la vida de este artista. A comienzos de 1950 es detenido por robo a mano armado y purga diez meses en el presidio de Riker Island hasta salir en libertad condicional, en 1956 grabó el tremendo disco Saxophone Colossus y poco antes Tenor Madness con John Coltrane, otro gigante del saxo tenor, y en 1959 desaparece de la escena.
Recién en 1961, un periodista lo encontró tocando en el puente de Williamsburg, en Nueva York. Regresó a la escena a finales de ese año con un disco clave en su carrera The Bridge.
Pero estoy no es todo, a inicios de 1955 tras una nueva detención se internó en el Federal Medical Center, de Lexington, en busca de dejar su adicción a la heroína y por la cual había perdido la libertad condicional. Rollins fue uno de los primeros adictos que voluntariamente aceptó involucrarse en una terapia con metadona y logró dejar atrás la heroína.
Los primeros discos
Debutó discográficamente en 1951, año en el que lanzó cuatro discos, uno liderando nada menos que al Jazz Modern Quartet, del pianista John Lewis y en todos se destaca como un original improvisador.
Colaboró con Miles Davis más en el estudio que en el escenario, aunque hubo momentos memorables en esas pocas actuaciones, como por ejemplo en 1955 en el Audubon Ballroom, de Broadway (el mismo lugar donde mataron a Malcolm X, en 1965), cuando el trompetista sumó a su banda a Sonny y a Coltrane.
Así lo cuenta: “Quería dos tenores pero no podía pagarles de manera permanente. Me estaba dando un gusto y, por cierto, Sonny estuvo pasmoso esa noche y aterrorizó a Trane; exactamente como Trane lo haría poco años después con Sonny”.
Hay un álbum a nombre de Miles Davis, Collector’s Items, de Prestige, lanzado en 1956 que tiene una histórica sesión de enero de 1953, en la que Rollins y Charlie Parker (que apareció con el nombre de Charlie Chan, apellido de su esposa) tocaron juntos, curiosamente ambos el saxo tenor. Fueron tres temas en cuatro tomas y por algún motivo se archivó para lanzarlo un año y medio después de la muerte de Parker.
Rollins dedicó en su larguísima discografía dos composiciones a sus raíces caribeñas: St. Thomas, en el álbum Saxophone Colossus y Don’t Stop The Carnival, en el disco What’s New. El primero es una canción infantil que la madre del saxofonista le cantaba y que es una adaptación de un canción tradicional de Bahamas y el segundo, un calypso festivo.
Los años ’50 fueron de una tremenda productividad para Rollins; lanzó más de 30 discos sin contar colaboraciones espléndidas como tres discos con Thelonious Monk, entre ellos, Brilliant Corners (1957); cuatro álbumes con Davis, en especial Miles Davis with Sonny Rollins (1954), en el que quedaron grabadas dos de sus grandes composiciones Oleo y Doxy y Clifford Brown-Max Roach At Basin Street (1956), con el insuperable quinteto de Brown y Roach, entre otras.
Fue una década vertiginosa para Rollins en términos musicales y emocionales. Lideró sus grupos, colaboró con diferentes artistas y dejó la heroína. A modo de conjetura, quizás fue ese desgaste y la enorme musicalidad que había en el jazz neoyorquino, en especial, el desafiante progreso de Coltrane en su mismo instrumento, lo que pudo haber llevado a Rollins a detenerse y pensar en su forma de tocar con un espíritu fuertemente autocrítico que no lo abandonó a lo largo de su carrera.
Posiblemente sintiese que estaba tocando siempre en una dirección, no diríamos repitiéndose porque eso no ocurría, pero algo así es posible que sintiese: haber llegado a un callejón sin salida.
Entonces se retiró de la vida pública, pero sin dejar de seguir avanzando en la música. Sobre su experiencia en la parte alta del puente de Williamsburg dijo: “Fue un punto culminante en mi vida. En esa época vivía en un pequeño departamento en el Lower East Side, de Nueva York, y mis vecinos no estaban muy dispuestos a escucharme ensayar. No podía practicar y eso me afectaba».
Y agregó: «Una tarde caminaba por Delancey Street y vi los escalones que conducían al puente; nunca había estado allí. Subí las escaleras y me encontré con una extensión importante; no había nadie y decidí cruzar el puente caminando. No me crucé con nadie y escuchaba que debajo pasaban automóviles y trenes, pero no podían verme desde donde yo estaba. Y elegí ese lugar para practicar”, contó el músico en una entrevista.
“Los que me cruzaron mientras practicaba jamás se detuvieron; no querían saber nada con ese loco que tocaba sólo en el puente”, agregó Rollins. Utilizó el puente desde el verano de 1959 hasta el otoño de 1961. Primero salió una nota en la revista Metronome sobre Rollins en el puente y luego otra en la Downbeat japonesa, con fotos inclusive. Tanta exposición terminó con la posibilidad de que el saxofonista siguiese practicando.
A su regreso del puente a la escena lanzó The Bridge, un disco sólido con un Rollins tocando de manera impecable pero muy atado a un repertorio clásico. Para el escritor Amiri Baraka, que Rollins optase por este camino “es como poner a Picasso a pintar tarjetas postales”.
Le siguieron What’s New (1962) y Our Man in Jazz (1962), un álbum en vivo, en el Village Gate, de Nueva York, con Rollins exuberante, intenso y creativo.
Vendría luego uno de los deseos más profundos del músico, tocar con Coleman Hawkins, principal influencia de Rollins y por el cual cambió el saxo alto por el tenor. Sonny Meets Hawk (1963) fue un disco que dejó en evidencia el respeto mayúsculo que sentía por Hawkins.
Sobre este encuentro, Rollins dijo: “Me gusta pensar que hay un vínculo directo entre el primer jazz y el jazz de cualquier otra época». Eso expresa, precisamente, la música de estos grandes saxofonistas. Diferentes épocas conjugadas por un lenguaje universal: el jazz.
Nacido en Harlem
Walter Theodore Rollins nació el 7 de septiembre de 1930, en Sugar Hill, Harlem; sus padres eran de las Islas Vírgenes y creció en un entorno musical. Su hermana era pianista clásica y él comenzó en el piano para luego ser atrapado por el jazz y el saxo, primero el alto, después el tenor.
Creció inmerso en una educación jazzística envidiable; sus compañeros de colegio fueron tres excelentes músicos Jackie McLean, Art Taylor y Kenny Drew. A los 18 años ya era profesional y el genial Bud Powell lo invitó a tocar en su disco Amazing Bud Powell (1948). Todo un reconocimiento.
Entre 1969 y 1971 se tomó su segundo período sabático en los que dedicó su tiempo a visitar Jamaica y la India. Interesado por el yoga se ocupó de estudiarlo en su cuna.
A su regreso de este período muestra una nueva fuerza motora en su música. Sus solos rugían, arranques furiosos a doble tiempo, sin embargo, fue pasajero este encare musical. Al poco tiempo incluyó guitarra y bajo eléctrico, necesitaba otra dinámica y sumó al funk y al R&B a su música.
A fines de la década del ’70 comenzó a presentarse solo, sin acompañamiento. Una idea que tomó de Hawkins. En 1979 se presentó en The Tonight Show y en 1985 lanzó The Solo Album, grabado en vivo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Entre su sinfín de colaboraciones y como sólo un dato anecdótico es el saxo del solo de Waiting For My Friend, del álbum Tattoo You (1980), de los Rolling Stones.
El ayuntamiento de Nueva York designó, en 1995, el 13 de noviembre como el Día Sonny Rollins, y en 1998, ya como activista por el medio ambiente lanzó su disco Calentamiento Global.
Su figura ganó un enorme prestigio hacia el final del siglo pasado. Cobraba un cachet de 100 mil dólares, algo completamente inusual para el negocio del jazz. En 2001, ganó por This Is What I Do el Grammy por Mejor Album de Jazz Instrumental, y en 2004 recibió un Grammy por su trayectoria.
Desde 2006, Rollins publica su música en su sello Doxy Records, y su primer lanzamiento fue Sonny, Please (2006) dedicado a su esposa Lucille Pearson (1928-2004), quien fue su representante hasta su fallecimiento.
En 2010, para su cumpleaños 80, toca en el Teatro Beacon, en Nueva York, con el magistral saxo alto Ornette Coleman (1930-2015). Cuatro temas quedaron registrados en su disco Road Show Vol 2. En ese concierto se lo vio en buena forma a Ornette y no así a Sonny que debía descansar entre tema y tema. Sus problemas respiratorios eran evidentes. En marzo de 2011 fue condecorado con la Medalla de las Artes , otorgada por el presidente Barak Obama.
Rollins dejó de actuar en 2012 y en 2014 anunció su retiro de la actividad. En la actualidad vive en Woodstock, en Nueva York. A lo largo de los 65 años de carrera, Rollins lanzó más de cien trabajos, entre álbumes de estudio y en vivo. Su último lanzamiento fue en 2024, Freedom Weaver: The 1959 European Tour Recordings con un cuadernillo con fotos inéditas de esa gira.
Rollins hace poco afirmó: “La música no era mi propósito en la vida. Mi propósito en la vida era ser quien soy. Si eso significaba cierta prominencia como músico, bien, pero estoy aquí para ser un ser humano más allá de mi profesión como músico”.