Darles de comer a los buitres

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Damián Tabarovsky

Como buitres, Macri y Milei salieron a dar vueltas en círculos no bien Boca perdió contra River. ¿Está todavía fresco el recuerdo de cómo le fue a Milei cuando fue a la Bombonera a votar en las últimas elecciones? ¿Está todavía fresco el recuerdo de que el candidato a vicepresidente de Ibarra, es decir Macri, ni siquiera fue a votar, es decir, no votó ni por sí mismo? No lo sé. Sé en cambio que lo más grave que está pasando en Boca no es que, desde hace años, no juega a nada; por lo tanto, que desde hace años no gana nada; lo más grave no es haber perdido mal de local contra River, y antes contra Racing, ni ocupar el puesto 10, 11, 12 –ya no tengo idea– en el campeonato, ni haber quedado eliminado de la Copa Sudamericana de un modo mediocre, ni no haber participado este año de la Copa Libertadores y estar lejos de clasificar para la del año que viene; tampoco haberle ganado a Talleres por penales, penales y penales en la Copa Argentina (cuando River lo había eliminado de la Libertadores sin despeinarse), y ahora tener que jugar contra Gimnasia y luego contra el buen Vélez o Independiente, para recién ahí, jugar una hipotética final contra Huracán, para clasificar a la Libertadores desde la Copa Argentina, camino que se parece más a un suplicio que a una ruta despejada; ni tampoco lo más grave es que varios de sus matoncitos habituales, como Rojo, ya hayan cumplido su ciclo, ni que Romero, después de la lesión, nunca volvió a ser el mismo y se lo ve lento y pesado, yéndola a buscar adentro por su responsabilidad todo el tiempo, ni que Cavani, de una gran categoría y que marcó muchos goles, sin embargo tiene evidentes dificultades para jugar dos partidos seguidos; ni tampoco lo más grave es que muchos, muchos jugadores de Boca quieran irse, no se banquen más el clima interno, como Medina (a quien le leen los labios en los videos oficiales del club) o el Equi González, que se fue a jugar qué sé yo a dónde; ni que estén por despedir a otro director técnico, lo que da un promedio de más de un DT despedido por año, lo más grave tampoco es que no parece estar a la orden del día la compra de la manzana de enfrente a la Bombonera –promesa de campaña– para hacer más grande el estadio, ni tampoco es lo más grave (aunque sí muy importante) la soberbia infinita de Riquelme y la sensación –dicha en voz baja, como un rumor sottovoce– de que el cargo de presidente parece quedarle grande; todo esto y muchas cosas más son muy importantes, pero no son lo más importante. Lo más importante es que, precisamente, la suma de todas esas cosas les den alguna chance de retorno a los buitres. Los pongan otra vez en carrera. Les den ilusiones a sus expectativas destructivas. Es imprescindible que Boca mejore todo –o gran parte– de lo dicho en este artículo para impedir que vuelva el macrismo, o el mileísmo, o como se lo llame ahora. Milei es lo peor que le pasó a la Argentina en décadas. Y el macrismo-mileísmo sería lo peor que le pasaría a Boca. Pero Boca, su presidente, el equipo, el DT, tienen que empezar a darnos de qué agarrarnos para defenderlos. Si no, va a ser muy difícil.

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