Si analizamos el ecosistema digital libertario, encontramos un universo sólido, cohesionado y meticulosamente organizado. Al observar las principales plataformas de difusión vinculadas a La Libertad Avanza, es evidente que, al menos en X (red social clave para el círculo rojo), el alcance potencial que logran es notablemente superior al de otros espacios digitales.
Entre las principales cuentas de réplicas afines al mileísmo, como Argentino, El Buni o Peluca Milei, se cuentan entre 300.000 y 500.000 seguidores cada una. En contraste, voces disidentes como Arrepentidos de Milei, La Estamos Viendo o Pampa reúnen entre 60.000 y 230.000 seguidores. La diferencia es clara: las cuentas oficialistas duplican o incluso triplican el alcance de sus contrapartes opositoras.
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Más allá de los números, estas comunidades destacan por su dinamismo interno. Forman redes cerradas que generan cascadas de contenido, redistribuido constantemente entre sus miembros. Sin embargo, su fortaleza no reside únicamente en el volumen de publicaciones o el tamaño de su audiencia, sino también en la coordinación y sinergia con las que actúan, logrando amplificar sus mensajes de forma estratégica y eficaz.
Un ejemplo reciente ilustra esta capacidad: para el primer aniversario de la presidencia de Javier Milei, la agencia Enter Comunicación analizó los hashtags más utilizados tanto por oficialistas como por opositores. El resultado fue contundente: el oficialismo concentró el 65% de las menciones con #UnAñoDeLaNuevaArgentina, seguido por #CadenaNacional (6%) y #TodoPorArgentina (5,4%).
En cambio, la oposición no consiguió posicionar sus propios términos con la misma fuerza, como #ElPeorGobiernoDeLaHistoria (5,6%) o #ElPeorPresidenteDeLaHistoria (5,6%). Este caso evidencia no solo la capacidad oficialista para dominar la narrativa, sino también su habilidad para anticiparse y definir los términos del debate en la esfera digital.
En este contexto, pensar en comunicación política digital implica mucho más que planificar publicaciones desde una cuenta oficial. Exige diseñar estrategias específicas adaptadas a las reglas del entorno virtual. Esto incluye no solo los mensajes de las cuentas oficiales, sino también el papel de aquellos replicadores digitales que, de manera orgánica o planificada, amplifican el alcance de la narrativa política.
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Si bien es imposible controlar completamente el flujo de información en el ámbito digital —un espacio que, en la comunicación política, comparativamente fluye como el agua, disipándose y adaptándose a su entorno—, es posible sembrar ideas estratégicas que encuentren terreno fértil en las sensibilidades del público. Aquí es donde los replicadores juegan un papel clave: su misión es producir un volumen significativo de publicaciones que activen predisposiciones emocionales o ideológicas latentes. Este proceso aumenta la probabilidad de que el público interactúe con el contenido, ya sea dando “me gusta”, comentando o compartiendo, lo que contribuye a su viralización.
Las estrategias digitales efectivas, tanto en campaña como en gobierno, buscan moldear cosmovisiones no solo desde cuentas oficiales, sino también a través de comunidades que promueven ideas de manera más descentralizada. La clave del éxito radica en transformar el caos digital en una orquesta coordinada, donde cada herramienta y vocero cumpla un papel específico en la amplificación de mensajes. Así, una buena estrategia no solo logra resonar en audiencias clave, sino que también invita a la ciudadanía a sumarse al compás de una melodía cuidadosamente construida para conectar, movilizar y danzar.
Lucia Bonetto Cornatosky | @luciabonettoc
Estrategia y comunicación. Magíster en Comunicación Digital Interactiva por la UNR y Licenciada en Ciencia Política por la UCC. Coautora del libro: Para ganar se necesitan votos, ¿sabés dónde encontrarlos?