Carmen Sigüenza
Madrid, 21 dic (EFE).- ‘Pipas’, la primera novela de la escritora y periodista Esther López Calderón, ha sido una de las sorpresas que deja 2024, desde que se publicó ha tenido buenas críticas y no para de correr por redes sociales, un debut aplaudido para una obra que toma la temperatura emocional de la generación que nació en los 80.
Un generación que nació en democracia, que venía marcada por el esfuerzo de las generaciones anteriores, que tuvieron mejor y más educación, pero a la que también pillaron varias crisis.
Calderón (Santander, 1981) sitúa la narración de la novela, publicada por Pepitas de calabaza, en la periferia industrial de Santander y está protagonizada por un grupo de amigos de clase trabajadora de unos 17 años, incluido un trío amoroso, justo el año antes de que unos se vayan a la universidad y otros no.
Todos ellos, los sábados, se reúnen a comer pipas en un banco del parque e imaginan y sueñan qué quieren llegar a ser, dónde quieren ir y cómo vivir.
«Esa mezcla de aburrimiento, eros por la vida y chute de imaginación marcará su identidad, su modo de estar en el mundo», explica a EFE la autora, que comenzó a escribir el libro durante la pandemia, cuando regresó desde Madrid a su casa en Santander.
«Crearon un método para imaginar, no solo a ellos mismos, sino el amor, la amistad, el trabajo ideal, la maternidad, un gin-tonic…, pero ellos no podrían haberse parado a imaginar de este modo sin el esfuerzo de las generaciones anteriores, que pusieron el cuerpo por ellos para desbrozar el camino», sostiene Calderón.
Una novela híbrida, a caballo entre la ficción y el ensayo, poética y social, que la autora llevaba dentro de la cabeza toda su vida. «Esta novela la llevo escribiendo en mi cabeza años -dice-, tiene todas mis obsesiones: por qué deseamos lo que deseamos, el centro y la periferia, las clases sociales, la identidad…».
Calderón concibe esta narración como si fuera una bolsa de pipas. «Está la sabrosa, que te da un chute de sal y te hace querer más, está la que sabe mal y te deja un sabor agridulce, está la que no tiene semilla dentro, incluso la que tiene doble semilla. Se trata-añade- de que nadie pare de leer, una vez que empiezas siempre quieres un puñadito más».
Esperanzas, expectativas, identidad, melancolía, frustración, dibujo moral y social, de todo ello se conforma ‘Pipas’; pero, además, es una novela con mucho humor, y en un contexto en el que no era fácil, matiza la también periodista. «Las periferias nunca lo son», dice. Y había droga -una generación entera dejó a sus hijos al cuidado de las abuelas-, violencia machista, peleas entre grupos de clase obrera…».
Aquí la periferia es percibida por la autora como un «sentimiento». «En el imaginario colectivo de esa época, el centro es donde había que llegar, donde se decidía lo importante y donde se hacían las mejores fiestas. La periferia siempre fue un casi, no era un lugar sino un sentimiento», argumenta.
Pero ante la pregunta de si se han cumplido las expectativas de estos chicos y chicas, hoy cuarentones, que soñaban un mejor futuro comiendo pipas en el banco, Calderón dice que «las pipas y su semillas se quedaron muchas veces en las cáscaras».
«La cuestión ahora es -recalca- cómo desprendernos de esas expectativas con respecto al futuro. Cada uno deberá repensar sus imágenes para intentar ser feliz. Y habrá que repensarlas también colectivamente para saber adónde queremos ir, ahora que está en peligro el Estado del bienestar», concluye.-EFE
crs/jdm